11/6/11

A veces se necesita que situaciones grandes, incómodas y gradualmente traumantes nos peguen en la cara para que por lo menos demos alguna señal, aunque sea de reflejo.
Pero cansa tener que esperar, y de proponerse de auto compadecerse, auto complacerse y sobre todo de auto mentirse.
Una mañana te despiertas con ganas de comerte el mundo, a la media hora no querés salir ni de tu cuarto, y sería mejor para vos meterte debajo de cincuenta mil colchas y que nadie te vea, pero como personas “normales” algún momento debes salir y enfrentar la cara de la ciudad, la cara hipócrita de una sociedad conformista rozándose con tu lado mas rebelde pero aún mas conformista que todos lo que te rodean. Piensas para ti y dices cuan podrido está todo, cuan sucio te sientes y cuan solo te ves, insultas hombres y mujeres de rostros anónimos, insultas y alabas miradas conocidas y por conocer, qué mas puedes hacer cuando quieres distraer esa decepción que tienes de ti mismo enfocándote en la feas casualidades que hacen que los demás te parezcan repugnantes. Te fascina distraerte hasta olvidar que a un comienzo no querías ni ver el destello del sol ciego, te fascina perderte en las perdiciones ajenas negando que vos tienes algunas menores y peores, nos fascina llegar a casa hundirnos en una novela, serie, libro, conversación de Chat, en donde lo que verdaderamente somos se esconde en una mascara de yeso que espera ser rota por una situación grande, incómoda y gradualmente traumante. Nos fascina ser nosotros quejándonos y no ser quienes no sabemos que somos.

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